Tras la cosecha, que se hace con el método de «arrancado», los suelos quedan a merced de la erosión eólica. El Ministerio de Producción es el que controla que se cumpla la ley.
El maní es un cultivo de doble filo para la agricultura de San Luis. Por un lado, mueve la economía, ya que los productores interesados en cultivarlo, en su gran mayoría cordobeses que quieren ampliarse en superficie y ya no encuentran tierras aptas en su provincia, pagan muy buenos valores por el alquiler de campos del lado puntano, lo que luego permite realizar inversiones a los dueños de esas tierras.
Pero por otro, el maní es sumamente peligroso para la salud de los suelos y en el aspecto ambiental si no es bien manejado y controlado por el Estado. El sistema de cosecha implica lo que se conoce como “arrancado” de la planta, lo que deja la superficie desnuda, a merced de la erosión eólica, cuando es más que conocido que el viento es un factor de peso en la agricultura del semiárido. Por eso el Ministerio de Producción es sumamente estricto en la aprobación de planes de manejo que incluyen al maní.
Cada septiembre, el ministerio que conduce Juan Lavandeira comienza a recibir las solicitudes para hacer maní en San Luis, que deben respectar lo que dicta la Ley de Protección y Conservación de Suelos (la IX-0315-2004), y también el decreto 4105 del año 2011, que se refiere específicamente a este cultivo, que es atractivo para los productores debido a que el 90% de lo que se cosecha en la Argentina tiene destino de exportación.